viernes, 16 de enero de 2009
Carta a un travesero
Ya ves, te pienso en una servilleta de bar que voy vendiendo por los semáforos nocturnos. Y me mancho las manos de sangre imaginándote. Se me eriza el pelo de la nuca y una medusa se adhiere a los bajos fondos de este barco que hace que se mueve y navega. Nadie hasta ahora había palpado los lunares y los había cambiado de sitio. ¿Cómo me voy a reconocer ahora? Mi piel se amoldó a los contornos angulosos de tu silueta, largo y angosto como un personaje del Greco. Ya no soy la que era. Me observo escribiendo teléfonos en fotos de campaña, sirviendo café y plasmando grafemas que suplen al prozac que me olvidé tomar; en cualquier superficie que acoja tinta. ¿Y tú? ¿Cuánto tiempo durará la trinchera? Cada vello erizado, cada lunar transpuesto, cada labio mordido te acompañan en tu danzar falsamente acompasado. Debes darte cuenta de que tus dedos se han olvidado de digitalizar las melodías que ya conocías, ahora abrazan a otra bandera tricolor. No te gustan las batallas lo sé, y mientras caminas por otros senderos me desnudo parafraseando a Neftalí: " Ya no te quiero, pero tal vez te quiero". Aquí me consumo, y ya no estoy ni estaré cuando quieras regalarme otro traje de saliva, no sé si quiero acompañarte en la travesía, no soy especial; todo es cíclico y tras el clasicismo llega el desorden. A mi también me venderás promesas inexistentes y jugarás al teatro escondiendo los escollos. Asi que adios, ya no quiero imaginarte en servilletas de bar, me revelo contra Las Musas por dedicarte cada palabra que pienso y me grabo a fuego lento en la nuca que "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".
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1 comentario:
También me gusta Pablo; quizá no te haya dicho aún que "inclinado en las tardes tiro mis tristes redes a tus ojos oceanicos", verdes, verdes, verdes....
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